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Francisco Ortiz Pinchetti

24/06/2014 - 12:00 am

El ‘Hoy no gobierna’ de Miguel Ángel Mancera

Haría bien Miguel Ángel Mancera en reconocer que le han reventado en las manos los problemas de vialidad y transporte en el Distrito Federal y que recurre ahora a medidas desesperadas para tratar de paliar al menos temporalmente el caos. Irrita más a los ciudadanos comunes que se les pretenda vender como “modernización” del programa […]

Haría bien Miguel Ángel Mancera en reconocer que le han reventado en las manos los problemas de vialidad y transporte en el Distrito Federal y que recurre ahora a medidas desesperadas para tratar de paliar al menos temporalmente el caos. Irrita más a los ciudadanos comunes que se les pretenda vender como “modernización” del programa Hoy no circula una nueva serie de restricciones arbitrarias y retrógradas que no tienen nada de innovadoras. Por el contrario. Es claro que dicho Programa, instituido hace 25 años durante la administración de Manuel Camacho Solís en el GDF, es algo más que una política obsoleta: es un fracaso.

Sin ninguna justificación lógica y real se afecta nuevamente a cientos de miles de personas que trabajan, pagan sus impuestos y mantienen con esfuerzo un auto modesto con más de 12 años de servicio que utilizan para moverse en una ciudad caótica en la que no hay transporte suficiente y mínimamente digno y, los sábados, para salir de paseo con su familia.

Se nos olvida que el programa Hoy no circula –del que no existe réplica similar en ningún otro país del mundo–  fue concebido por Camacho Solís como un programa temporal para la época del  Invierno 1989-1990. Tuvo un efecto evidente e inmediato en la reducción de los índices de contaminación, es cierto. Eso entusiasmó al entonces regente en cuyo corazón ya latían las ambiciones presidenciales, para convertirlo torpemente en un programa permanente. Ese fue su error. En alud se dieron compras masivas de vehículos nuevos en lo que se conoció como el fenómeno “segundo auto”, cuando los que podían hacerlo evadieron así la restricción de no circular un día a la semana. Pronto, la mejoría ambiental fue mediatizada por el incremento en el parque vehicular de la ciudad capital; pero ya no había manera de dar marcha atrás (lo mismo que ocurrirá ahora, de mantenerse las nuevas restricciones a la circulación vehicular). Camacho Solís no se atrevió a devolver a la circulación a un 20 por ciento de los autos que existían en el DF y que dejaban de circular un día a la semana. Obedeció a una característica de la cultura política mexicana en la que está vedado ejercer un verbo ciertamente escaso: rectificar. El gobierno capitalino se metió entonces en un berenjenal, una trampa  de la que no ha podido salir.  El resultado es un fracaso rotundo: en 1989 había en la ciudad capital menos de dos millones de automóviles; hoy hay más de cinco millones. Y los índices de contaminación atmosférica están otra vez disparados. El endurecimiento paulatino del Hoy no circula (el Doble no circula, el No circula sabatino) revela y comprueba precisamente la ineficacia de esa política pública restrictiva e injusta, que como tantas otras cosas afecta más a los jodidos. Es la verdad.

En su momento, tampoco se atrevió a rectificar el priista Óscar Espinosa Villarreal, el último de los jefes del Departamento del DF designados por el dedazo presidencial. Ni lo haría ninguno de sus sucesores ya en la era perredista que inició Cuauhtémoc Cárdenas con su victoria de1997 cuando ganó la jefatura de Gobierno capitalina decidida electoralmente por primera vez. No lo hizo Andrés Manuel López Obrador. Ni Marcelo Ebrard Casaubón, que en cambio instituyó el Hoy no circula sabatino en 2008. Ahora Mancera nos viene con su embajada de una “modernización” del programa, al que se endurece sin enmendarle un ápice, cuando sabe por sus propios asesores en la materia que lo que se requiere para combatir la contaminación atmosférica no son ni paliativos ni prohibiciones, sino un plan integral en el que tenga preponderancia la sustitución en serio del transporte concesionado.

Para colmo, todos esos gobiernos del Distrito Federal dieron prioridad a la construcción de infraestructura para servir –y de hecho fomentar– el transporte individual, fundamentalmente de automóviles particulares, en detrimento del transporte colectivo. Se construyeron así nuevas y modernas vías de comunicación terrestre. Se completó el Anillo Periférico y se construyó el Circuito Interior. Luego nuevas vías rápidas, puentes, deprimidos y los segundos pisos sobre el Periférico iniciados por AMLO y seguidos por Ebrard Casaubón. Hoy la red vial del DF abarca más de 10 mil 200 kilómetros, de los cuales 930 kilómetros corresponden a vialidades primarias. Es una ciudad para automóviles.

Esgrime ahora Mancera razones de “salud” para justificar el endurecimiento del Hoy no circula. Asegura que las medidas que entrarán en vigor el próximo martes 1 de julio permitirán dejar de emitir 141mil toneladas anuales de contaminantes a la atmosfera, al elevar de 370 mil a 560 mil el número de vehículos fuera de circulación. ¿Cuantificó ya el jefe de Gobierno el tonelaje de contaminantes que producen los automóviles bloqueados en calles y avenidas todos los días por las marchas, plantones y bloqueos que su temor o su tolerancia permite y solapa?  Omiso y timorato, el gobernante local no sólo ha permitido un daño incalculable a la ciudad y sus habitantes, sino a sí mismo: luego de alcanzar un 70 por ciento de aceptación en las encuestas, ha caído a menos de la mitad, reprobado. Su actual nivel de popularidad (33 por ciento) es el más bajo registrado por todos sus antecesores perredistas, incluidos los interinos Rosario Robles y Alejandro Encinas.

Mancera sabe que a esa inacción suya frente a la arbitrariedad y el abuso de manifestantes manipulados y los provocadores, que raya en lo criminal , hay que agregar los cada día más frecuentes embotellamientos provocados por el deterioro de las propias vialidades, los trabajos de bacheo y balizamiento en horas hábiles –e incluso en horas pico— los errores de ingeniería que convierten en trampas infernales puntos de gran afluencia vehicular como la avenida de los Poetas o la confluencia de Río Mixcoac e Insurgentes Sur, donde en el colmo de la irresponsabilidad se construyó un  espectacular puente que desemboca con toda su carga vehicular de la avenida Revolución en un nudo ciego. Y los semáforos descompuestos o mal sincronizados, los paraderos de microbuses en vías primarias, el estacionamiento de camiones repartidores y las largas colas de automóviles en doble fila en las inmediaciones de escuelas donde los padres acuden con todo y auto a recoger a sus hijos. En temporada de lluvias, como la actual, la ciudad literalmente se colapsa.

Y la anarquía total en que opera el transporte público concesionado, con unidades en deplorable estado, choferes improvisados. Sabe Mancera que en julio del año pasado su gobierno reconoció que al menos 20 mil de los 28 mil microbuses concesionados son totalmente obsoletos, peligrosos y altamente contaminantes y deberían ser urgentemente sustituidos, por lo que anunció (como en su momento lo hicieron Camacho Solís, Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador) un nuevo plan de sustitución de ese transporte. En todo un año, sin embargo, únicamente se ha informado de 85 unidades chatarrizadas.

Está consciente el jefe de Gobierno de que la oferta de transporte público de pasajeros en la ciudad es absolutamente insatisfactoria. Conoce el informe especial para la movilidad de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF)  que detectó en encuestas a usuarios y ciudadanos en general que ocho de cada 10 personas usuarias de transporte público consideran que este servicio es inseguro y peligroso. Siete de cada 10 mujeres afirman tener miedo de ser agredidas sexualmente al usarlo; y distintas fuentes hemerográficas han contabilizado que durante los últimos seis años, por lo menos 160 personas perdieron la vida  en la ciudad de México en accidentes en donde estuvieron involucrados microbuses. Se sabe que son los vehículos más contaminantes, ya que además de su estado mecánico tienen un uso intensivo y constante durante 16 ó 18 horas diarias de recorridos ininterrumpidos. No paran.

No puede ocultar Mancera que el Metro con sus 11 líneas y cacho, y sus ocho millones de pasajeros al día, a pesar del reciente incremento de la tarifa  padece graves deficiencias de mantenimiento y obvias limitaciones, sufre retardos constantes, se satura y es incómodo. Y que lo ocurrido con la Línea 12 no sólo es una catástrofe: es una infamia. La irresponsabilidad, la indolencia y la corrupción de los anteriores funcionarios y de los actuales –que ahora se culpan mutuamente— se mezclan para este desastre cuya consecuencia inmediata ha sido echar de regreso a la calle cerca de medio millón de usuarios afectados por el cierre de 12 estaciones. Ello ocurre luego de que los vecinos y comerciantes de las inmediaciones de la ruta, de Mixcoac a Tláhuac, soportamos tres largos años de cierres de vialidades, desvíos, embotellamientos, inseguridad, daños patrimoniales y económicos sin cuento.

Aunque presume sus ventajas, el mandatario capitalino conoce las deficiencias del  Metrobús, con sus cinco líneas en servicio, que apenas viene a ser un paliativo relativo ya que en rutas como la número Uno su insuficiencia es evidente por los tumultos que se registran en las horas pico… que cada vez abarcan mayor parte del día. La falta de planeación y de control en corridas y horarios, atribuible a deficiencias técnicas no previstas pero también a la improvisación hacen mayormente inoperante un transporte que tiene innegables cualidades.  La RTP, con crecientes deficiencias debidas al envejecimiento de su parque vehicular, transporta apenas  750 mil pasajeros diariamente.  ¿Y el parque vehicular del propio gobierno central y de las 16 delegaciones, integrado por carcachas contaminantes? Todos somos testigos de la humareda inmunda que acompaña de esos vehículos, especialmente a los recolectores de basura.  Y ya no hablamos del transporte federal de carga, al margen de toda normatividad. ¿Cuantificó ya el jefe de Gobierno  sus efectos en la atmósfera… y en la salud?

Por lo demás, resulta absurdo que el criterio en el que se basan las nuevas medidas sea la edad de los vehículos y no su condición contaminante real, medida por la verificación. Apuesto a que hay miles de autos con 15 años de antigüedad que contaminan menos que un vehículo del año, ya sea por el poco uso que han tenido o por la renovación de componentes claves como el convertidor catalítico, el sistema de inyectores o el motor mismo. En todo caso, la norma debiera ser, y lo ha reconocido el mismo Mancera en entrevistas, la calificación obtenida en las pruebas en los verificentros (no a salvo de la corrupción con el ya famoso “brinco”, por cierto) y el kilometraje del vehículo.

Son contradictorias, también, mayores restricciones al acceso de vehículos foráneos a nuestra ciudad. Se pretende restringir aún más a sus propietarios –desde 2008 víctimas cautivas de la rapacidad de la policía mexiquense dedicada a la extorsión vil—  la visita a la capital de su país para fines de trabajo, negocio o esparcimiento. Simplemente no se entiende esa actitud cuando por otro lado el GDF pregona una supuesta promoción del turismo nacional.

Por todo lo anterior me parece que hacen muy bien los ciudadanos que ahora mismo se organizan para defenderse ante una medida autoritaria e inconsulta. Las redes sociales son el medio óptimo difundir la inconformidad creciente, recabar firmas, organizar movilizaciones. Tienen mi firma, por supuesto. Hay que detener de algún modo las intenciones de Miguel Ángel Mancera para que no lleve al Hoy no circula por los mismos rumbos de su ‘Hoy no gobierna’: empezó con un día y ahora abarca ya toda la semana. Válgame.

Twitter: @fopinchetti

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

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